miércoles, 28 de octubre de 2009

¡Al Congreso!


BREVE CARTA A UNA SOCIEDAD ENGAÑADA POR EL DISCURSO HOMOGÉNEO QUE SE RESERVA

EL PODER Y QUE FABRICA UNA REALIDAD INSEGURA Y TEMERARIA CADA VEZ QUE, LAVÁNDOSE

LAS MANOS, DICE QUE LA REFLEJA

Mi familia es una familia tradicional: está conformada por dos personas que se aman y luchan cada día para sostener ese amor en el tiempo, vivimos con alegría y nos acompañamos mucho en los momentos malos y en los buenos, en los grandes hitos de nuestras vidas pero también en la copa de vino charlado de todas las noches, las idas al supermercado, las cuentas familiares, las lecturas y las tardecitas de sol.

Mi familia es una familia tradicional: como fruto de un amor que pretende el desafío de la eternidad deseamos tener hijos, nos embarazamos, fuimos dos en la sala de partos y llenamos nuestra casa de flores perfumadas y de verdad.

Mi familia es una familia tradicional: tenemos dos hijas maravillosas que nos lanzan al futuro y nos iluminan con sus monigotes, que cantan alegres y chillan ante los límites, que juegan con amiguitos en sus casas y llenan de barullo la nuestra con ellos; que tienen secretos con sus abuelos y abuelas, complicidades con sus primos y proyectos con sus tías y tíos.

Tenemos un perro y muchas plantas, algunas bibliotecas y muchos juguetes, trabajamos duro para poder disfrutar de lindas vacaciones en familia y, por las noches, nuestra casa siempre huele a rica comida.

¿Acaso hay algo de raro en todo esto? ¿Cuál es la sospecha? ¿Qué es lo tanto que se debe discutir en el Congreso para otorgar a nuestras hijas los mismos derechos que al resto de los niños y niñas; para que podamos acceder a la obra social como el grupo familiar que, de hecho y por amor constituimos; para que podamos heredar los bienes que juntas construimos? ¿Qué es lo tanto que debe discutir el Congreso para valorizar esta diferencia como se debe al resto de todas las diferencias? ¿Cambia en algo que seamos dos mamás?

¡Por favor! Que cada uno viva según sus preceptos pero que nadie, NADIE, pretenda coartarme la libertad de vivir según los míos y, menos aún, los que bajo la bandera tramposa e indecente de una única moral se esconden para violar a la infancia más indefensa.