
Llegamos a casa casi con desesperación, es que era nuestra primera vez, y la de ellas claro. Nunca nos habíamos ido de casa dejándolas despiertas y sin comer, de eso se ocuparon los abuelos (maternos obvio). Por supuesto yo fantaseaba con lo peor mi cabeza pivoteaba entre traumatismo de cráneo y muerte por asfixia, Ana me decía, quedate tranquila si pasa algo nos van a llamar, entonces yo pensaba es al revés no nos llaman porque ya deben estar internadas. Por fin cuando llegamos a casa todo estaba en calma y mis viejos tirados en el sofá del living re tranquilos tomandole todo el vino a Ana (tesoro más preciado), las nenas dormían y por suerte mi locura se puso a descanzar, por un rato.
Ahora soy yo y, lo mejor es que la que dicta, la de las letras de colores ya dijo lo que quería, de modo que hoy no dicta y se fue a seguir con su vocación de pelusita que, como remolino, mueve la casa entera a la una y media de la mañana.
La charla: nada nuevo, nada que no hubiésemos leído e incluso comentado entre nosotras con suficiente tranquilidad (cosa que en la charla misma no tuvimos a fuerza de tener que escucharla sin ver, sentadas en el suelo, frente a la ruidosa cafetera); sin embargo, fue bueno haber ido y, en todo caso, lo lamentable fue tener que escuchar las preguntas, y no preguntas del auditorio. Pero las soportamos estoicamente porque sabíamos que se venía el encuentro con las bloggeras. Las primeras que reconocí con claridad fueron Gusa y Oruga; además, supe cuál era quien (que no es poco, ni ningún mérito, porque Gusa es la clásica lectora de Cortázar y Oru bien podría ser La Maga; de Juan, sólo tengo la certeza que no se puso los pantaloncitos amarillos por lo menos para este encuentro). Después, Magui, Moni, Gaby y otras chicas de las que recuerdo con detalle las historias pero de ningún modo los nombres; la labilidad de mi memoria para ciertas cosas es, a veces, un poco extraña. La síntesis de la charla, mañana con menos sueño (para Ana de Alejandro, cuyo apellido no deja de parecerme una ironía dada su elección de objeto de amor); la cita, un poco etérea para mi gusto, quedó anotada en el agua: un martes en La casa del encuentro, un jueves en La de la Mujer o un mediodía de febrero en la nuestra (en ninguna de las posibilidades se nombró el año, pero se sabe, las chicas como nosotras salimos despacito al mundo). Sin embargo, una escapada del ropero y un secreto fundamental quedaron entregados y, para nosotras, no es poca cosa. Hasta mañana, que descansen...